Estudiantes de Medicina llevan servicios de salud a damnificados en Guayanilla

La comunidad queda a media hora del casco urbano y los refugiados presentan diversas complicaciones.

Enfermedades crónicas descontroladas, ataques de pánico, ansiedad, depresión, cortaduras menores y el riesgo de contagiarse con influenza, son algunas de las condiciones que experimentan miles de refugiados por los terremotos en el suroeste de Puerto Rico.

Por eso, estudiantes del grupo de Medicina Urbana de la Universidad Central del Caribe (UCC) y Ponce Health and Sciences University llegaron al barrio El Llano, de Guayanilla, para llevar suministros y servicios de salud a unas 40 personas que montaron un campamento en los alrededores de una cancha que colapsó con el huracán María.

La comunidad queda a media hora del casco urbano y los refugiados presentan diversas complicaciones.

La comunidad queda como a media hora del casco urbano, pero para adentrarse hay que tomar una carretera con varias curvas que, en ocasiones, se vuelve empinada, hasta acceder a las entrañas del monte donde la gente vive atemorizada. Allí, encontraron a más de una decena de familias que huyeron de sus casas por temor a un derrumbe.

(Por Sandra Torres Guzmán / Para Primera Hora)

Sin embargo, luego de varias semanas en convivencia, afloraron diversas condiciones de salud y otras se agravaron ante la falta de medicamentos y de acceso al cuidado médico.

“De las cosas que más predominan son sus experiencias dentro de los terremotos, ataques de pánico que le han dado, miedo de volver a sus casas, ya no tienen ni seguridad en lo que se supone que sea el hogar. Otros pacientes no se están tomando sus medicamentos de rutina de sus enfermedades crónicas, ya sea porque su médico no aparece, la farmacia ha tenido daños estructurales y no han podido abrir, los mismos médicos no han podido abrir y, a lo mejor, se vencen sus medicamentos y no tienen a dónde buscarlo o quién los recete”, explicó Gabriel Colón, del grupo Medicina Urbana.

“Al no poder recibir sus servicios como se supone, se descontrolan sus respectivas condiciones, están expuestos aquí en el campamento, especialmente niños menores de dos años… esos están más propensos a que les dé catarro, influenza o cualquier enfermedad infecciosa”, agregó Colón.

(Por Sandra Torres Guzmán / Para Primera Hora)

 

 

 

 

 

El estudiante de Medicina de la UCC destacó que este escenario no es exclusivo de los guayanillenses, sino que se repite tanto en campamentos oficiales como en refugios improvisados de toda la zona.

“Podemos ir a Lajas, Guánica, Yauco, Peñuelas y, realmente, la narrativa se repite, que, como hay muchos médicos que han tenido que cerrar sus oficinas temporeramente, no pueden ofrecer sus servicios y los pacientes no los pueden encontrar”, expresó el líder de Medicina Urbana, organización que junto a Gold Humanism Honor Society llevaron clínicas de salud a residentes en los pueblos afectados por los sismos.

La decisión de llegar a esa comunidad fue motivada por Jaileen Quiñones, una estudiante doctoral que se crio en Guayanilla, que rápidamente habló con representantes de la institución y el grupo de Medicina Urbana para hacer una recolecta y entregarla personalmente a sus compueblanos.

Allí, realizaron evaluaciones médicas y sicológicas, así como varias pruebas de cernimiento, entre estas, toma de presión arterial, oximetría del pulso y glucosa. Esto, con el apoyo de galenos convocados por el Colegio de Médicos y Cirujanos.

(Por Sandra Torres Guzmán / Para Primera Hora)

 

 

 

Por su parte, Monick Rosado, celebró la visita de estos estudiantes.

“Para nosotros es una ayuda necesaria porque nos sentimos que el área de la salud ha sido cubierta y aquí hay estrés, ansiedad… esas cosas provocan y desencadenan otras cosas. Aquí hay personas que hemos tenido alta presión, hemos subido a nuestras casas en cierto tiempo para lavar y hacer nuestras cositas, pero a la hora de descansar estamos aquí”, dijo la vecina del barrio Llano, sector Pimiento, que está refugiada con su esposo e hijos de 16 y 12 años.

“He sentido miedo, ansiedad, el pánico de este proceso, de estos temblores que no es algo fácil, pero hemos sabido que, dentro de la unidad con todos los vecinos, juntos hemos podido sobrepasar la situación y la fe sobre todas las cosas. No nos hemos ido a un refugio en específico porque hemos sentido seguridad en este lugar, porque si puedes ver el terreno es amplio y llano y nos sentimos más seguros en la altura”, admitió la mujer de 41 años.

Mientras, el carpintero Francisco Javier Torres Vélez, dijo que el campamento aledaño a una cancha colapsada no representa peligro para sus vecinos.

“La cancha no representa peligro para los refugiados porque eso fue cuando el huracán María… según cayó, así se ha quedado, pero ahora con los temblores no ha sufrido más daño y como la montaña es alta decidimos venir aquí a la cancha porque nos sentimos más seguros. Ahora mismo vivo en aquella loma y cuando tiembla eso allí parece que se quiere caer la casa, aunque sea un temblor de 3.80 de magnitud, se siente como de 5… bien fuerte”, expuso el hombre de 53 años.

“Espero que (los estudiantes de Medicina) pongan a uno estable, porque ahora mismo yo soy diabético y con estas condiciones así y uno comiendo cosas aquí y allá, uno no tiene el control del azúcar. Lo más difícil es mi esposa porque como está tan ansiosa me desespero, quiero lo mejor para ella”, concluyó.

 

Fuente: Primera Hora

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